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Troya estaba sufriendo el asedio por parte del ejército griego desde hacía ya varios años, pero los griegos no lograban penetrar en sus fuertes murallas y la ciudad seguía intacta a pesar de las innumerables batallas que habían protagonizado. Es por ello que Ulises, harto de esta situación y de todos los años que llevaba lejos de su hogar, ideó un plan que permitiría al ejército griego ingresar a la ciudad y, así, obtener el tan ansiado triunfo.
La idea que tuvo fue la de construir un gran caballo de madera hueco por dentro donde los soldados más valientes podrían ocultarte. El resto del ejército partiría por mar tras haber incendiado las tiendas, fingiendo una rendición, cuando en realidad solo se desplazarían unos kilómetros a la isla de Tenedos para atacar.
Cuando los troyanos vieron que se habían retirado, creyeron que por fin los griegos se habían dado por vencidos. En la playa encontraron el caballo junto con un soldado, Sinón. Este les contó que, para poder tener un buen viaje, hicieron un sacrificio a la diosa Atenea, señalándole a él como la víctima. Sin embargo, había podido escapar gracias a que buscó refugio en el caballo que estaba consagrado a la diosa. Además, afirmó que se trataba de un regalo para el pueblo troyano.
Este relato conmovió a los habitantes de Troya, quienes, a pesar de que algunos adivinos, entre ellos Casandra, intentaron hacerles ver el mal que se ocultaba dentro, decidieron introducir el caballo en la ciudad e invitaron a Sinón a ir con ellos. Este, cuando llegó la noche, subió a una de las torres más altas de la ciudad y con una antorcha hizo señales a la flota griega que se había hecho a la mar para que regresaran. Hecho esto, volvió junto al caballo y dio varios golpes para avisar a los soldados de su interior que podían salir con seguridad.
Cuando estos salieron, lo primero que hicieron fue matar a los centinelas, de manera que las tropas que llegaban en los barcos pudieran entrar libremente. De esa manera, la ciudad fue presa de la furia y el rencor que habían producido los largos años de enfrentamientos.
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Troya estaba sufriendo el asedio por parte del ejército griego desde hacía ya varios años, pero los griegos no lograban penetrar en sus fuertes murallas y la ciudad seguía intacta a pesar de las innumerables batallas que habían protagonizado. Es por ello que Ulises, harto de esta situación y de todos los años que llevaba lejos de su hogar, ideó un plan que permitiría al ejército griego ingresar a la ciudad y, así, obtener el tan ansiado triunfo.
La idea que tuvo fue la de construir un gran caballo de madera hueco por dentro donde los soldados más valientes podrían ocultarte. El resto del ejército partiría por mar tras haber incendiado las tiendas, fingiendo una rendición, cuando en realidad solo se desplazarían unos kilómetros a la isla de Tenedos para atacar.
Cuando los troyanos vieron que se habían retirado, creyeron que por fin los griegos se habían dado por vencidos. En la playa encontraron el caballo junto con un soldado, Sinón. Este les contó que, para poder tener un buen viaje, hicieron un sacrificio a la diosa Atenea, señalándole a él como la víctima. Sin embargo, había podido escapar gracias a que buscó refugio en el caballo que estaba consagrado a la diosa. Además, afirmó que se trataba de un regalo para el pueblo troyano.
Este relato conmovió a los habitantes de Troya, quienes, a pesar de que algunos adivinos, entre ellos Casandra, intentaron hacerles ver el mal que se ocultaba dentro, decidieron introducir el caballo en la ciudad e invitaron a Sinón a ir con ellos. Este, cuando llegó la noche, subió a una de las torres más altas de la ciudad y con una antorcha hizo señales a la flota griega que se había hecho a la mar para que regresaran. Hecho esto, volvió junto al caballo y dio varios golpes para avisar a los soldados de su interior que podían salir con seguridad.
Cuando estos salieron, lo primero que hicieron fue matar a los centinelas, de manera que las tropas que llegaban en los barcos pudieran entrar libremente. De esa manera, la ciudad fue presa de la furia y el rencor que habían producido los largos años de enfrentamientos.